Así jugó el Cádiz en Miranda


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 El Mirandés llega antes a un balón dividido. Más impetu, más entereza física,o lo que fuera, el caso es que los rojillos pasaron por encima al Cádiz.Foto: Verónica M – www.cadistasfinos.com

Pasadas veinticuatro horas del partido en el Municipal de Anduva, resulta complicado explicar cómo el Cádiz planteó el encuentro. Parecía mentira que los amarillos se jugaran lo mismo que el Mirandés: seguir vivo en la lucha por ascender. Fue un partido ramplón, sin intención, sin ambición. Los dos goles de renta parecían suficientes, y al Cádiz, durante todo el partido, ni se le vio ni se le esperó. Jose González mantuvo el esquema de toda la temporada, con los que han venido siendo sus hombres fuertes todo el año, menos el lesionado Enrique y Pachón, que se encontraba en el banquillo. Quiso ser fiel a sí mismo el técnico cadista, incluso apostando por el doble pivote José Miguel Caballero-Moke. Un doble pivote algo bisoño, falto de experiencia. Ninguno de ellos estuvo al nivel que el partido requirió. Juanse Pegalajar jugó en la banda derecha supliendo a Enrique y Antonio Moreno, como principal referencia en ataque.El Cádiz no pudo hacer nada ante el empuje local. O no supo. El balón era monopolizado por el rival, que lo metía incesantemente en el área amarilla. El equipo estaba muy retrasado, intentando achicar agua como buenamente podía. Álvaro Silva y Baquero se fajaban valientemente al corte, Cifuentes luchaba en un intenso y épico duelo con Pablo Infante… Raúl López, todo garra y pundonor, daba una de cal y otra de arena. A pesar de los cuatro goles, Álvaro Campos no estuvo mal. No pudo hacer nada ante el desbarajuste del primer gol local. El segundo fue un golazo, imparable. El tercero es inexplicable y el cuarto, fruto de otro error atrás, en el que lo fusilaron en el área. Sacó un peligroso mano a mano en el segundo período. A nivel ofensivo la propuesta del Cádiz era nula. El equipo hacía aguas en el mediocampo, donde ni Moke ni José Miguel Caballero eran capaces de sostener al Cádiz. Ambos pecaron de inexperiencia y nerviosismo, rifando en ocasiones el balón y protagonizando peligrosas cesiones a compañeros, que más que solucionar la situación, la comprometían más aún. Tampoco Carlos Caballero, encargado de poner la nota creativa al juego amarillo, brilló. Su mejor acción fue en el primer tiempo, cuando recogió el balón cerca del círculo central y, tras sortear a varios jugadores rojillos, asistió a López Silva para que el onubense intentara tirar a puerta.En el segundo tiempo el entrenador amarillo realizó tres cambios. Primero, entró Aarón Bueno por Juanse Pegalajar. El jiennense, recientemente recuperado de una lesión, no rindió al nivel que acostumbra. Su sustituto no hizo nada reseñable. Lo intentó, pero no es el mismo futbolista que deslumbró en el inicio de la competición. Después, entró Pachón por Moreno. El malagueño estuvo peleón y voluntarioso: no pudo hacer mucho más porque nadie fue capaz de cederle un balón cerca del área, donde es verdaderamente peligroso. El último cambio estaba cantado: Jurado entró por José Miguel Caballero, aunque también podría haber sido por Moke. Dos veces llegó el Cádiz a la portería de Wilfred. Las dos acabaron en gol. Las dos se produjeron tras centros desde la izquierda. Las dos fueron rematadas impecablemente de cabeza. Las dos entraron. Pero sólo una subió al marcador. Ese fue todo el bagaje ofensivo del Cádiz, y a punto estuvo de salirle bien la apuesta. Hubo tímidos acercamientos, pero era raro ver al Cádiz merodeando con balón los dominios del cancerbero rojillo.Una vez más y a falta de Enrique, a este endeble Cádiz lo sostuvieron Cifuentes y Pachón. El primero estuvo súper atento a cualquier balón que pudiera llegar, para despejar o intentar la cesión a Campos de cabeza. El segundo, se mostró resolutivo y marcó un gol que pudo haber valido la clasificación. Sin el gol de Pachón, la afición cadista ni siquiera se podría haber permitido el lujo de soñar en un partido que, desde el principio, se convirtió en una pesadilla. Y en gran medida, por culpa del propio Cádiz. Sin generar apenas peligro, parapetado a la espera de un rival lanzado en ataque, es muy difícil aguantar un encuentro así. Al Cádiz le fue mal. Malo el planteamiento de los amarillos en el partido más importante de la temporada. Desde el principio, en lugar de jugar y plantar cara, el equipo se dedicó a que el cronómetro corriera. Con los dos goles de renta, el tiempo era el mejor aliado amarillo. Carlos Caballero vio, incomprensiblemente, la primera amarilla del encuentro por perder tiempo en el saque de una falta. Corría el minuto once. Pero no se puede plantear un partido de estas características dejando que el tiempo corriera y se agotara. Y el Cádiz lo pagó caro.

Autor:Belmonte

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