Así jugó el Mirandés


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¡¡¡ Empuja con el Alma !!!. Y vaya si empujaron. Lo que no hizo el Cádiz.Foto:  Andrés García – www.cadistasfinos.com

Hay trenes que sólo pasan una vez en la vida. De eso era más consciente que nunca el Mirandés, equipo modesto, con el que nadie contaba a principio de temporada y al que, en la última jornada, se le escapó el liderato del Grupo II de Segunda B. A pesar del 2-0 de la ida, el conjunto burgalés sabía que tenía una gran oportunidad para lograr el pase a la segunda ronda del play-off. Y que sólo lo conseguiría unido y atacando.

 Carlos Pouso planteó un encuentro a la ofensiva, con un fútbol directo, que achuchara al rival y que lo dejara con el miedo en el cuerpo desde el primer minuto hasta el último. Iba a ser un partido muy largo. Para este encuentro, formaron por parte del Mirandés Wilfred bajo palos, línea de cuatro defensas con Garmendia, César Caneda, Álvaro Corral y Raúl García, con Iván Agustín, Jony Ñiguez y Antxón Muneta en el medio campo, Iribas y Pablo Infante en los extremos y Alain en la punta.

 Nada más empezar el partido, el Mirandés comenzó el acoso. Tenía tintes de partido épico: el terreno de juego encharcado, balonazos al área rival y el contrario aguantando como podía. Parecía, desde los primeros compases, que lograra quien lograra el pase, lo haría con épica, con garra y con un gol heroico al final.

 El planteamiento de los pupilos de Carlos Pouso fue inteligente y el que mejor se adaptaba a las condiciones del terreno de juego. Imposible era rasear el balón, pues se quedaba clavado en las zonas más encharcadas. Por lo que lo más sensato y efectivo era bombear balones, tratar de reducir distancias y encerrar al rival en su parcela. El Mirandés no se limitó al bombeo de balón carente de criterio, sino que buscaba la salida de este a las bandas, desde donde buscaba, de forma sistemática, percutir. Pretendían abrir el juego, abarcar el máximo terreno posible.

 De la defensa del Mirandés poco que decir, pues el Cádiz inquietó más bien poco. Se mostró contundente, dificultando el juego amarillo y no complicándose cuando cortaba el balón. Wilfred, su portero, tuvo también muy poco trabajo.

 En el centro del campo Jony Ñiguez impuso su ley, recuperando pelotas con criterio y limpieza. Igualmente actuó el capitán, el veterano Iván Agustín, único superviviente de la anterior liguilla de ascenso del Mirandés, que además se animaba a atacar. Pero de los tres del mediocampo el mejor era Antxón Muneta. Un fenómeno, un pequeño diablo que hacía y deshacía a su antojo. Suyos eran la mayoría de cambios de juego a la banda, haciendo alarde de pase largo y precisión. También, hizo alarde de su buen manejo del balón con los pies.

 Pese a no marcar, el más desequilibrante en las filas del Mirandés fue Pablo Infante. Grandioso su partido. Protagonizó, como en el encuentro de ida, un portentoso duelo con Cifuentes. Demostró picardía y movilidad, buen manejo del balón y provocó un penalti que no fue señalado. En la otra banda, Iribas se mostraba algo menos desequilibrante, a la vez que más individualista.

 Alain, su delantero centro, estuvo muy acertado de cara a puerta. Marcó dos goles y perdonó otros dos. Cuando más apretaba el Mirandés en busca del tercero, el Cádiz marcó. Pouso decidió jugarse el todo por el todo. Entraron Candelas y Lambarri, dos futbolistas con un marcado perfil ofensivo. Antes había entrado Mújika, en sustitución de Iribas. Eran los últimos minutos y había que atacar.

 El Mirandés metía balones al área rival, pero el Cádiz resistía. Hasta que Mújika, en el último minuto del tiempo de descuento hizo el cuarto y definitivo gol. Un gol que clasificaba al Mirandés, tal vez el único de los dos equipos que comparecieron en el Municipal de Anduva que luchó por el partido.

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Autor:Belmonte

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