Virtudes (pocas) y defectos (muchos) del Cádiz en Pamplona.

equipo_sevilla.jpgEl más triste partido de los que lleva disputados el Cádiz en la presente temporada se caracterizó, como no podía ser de otra forma, por la escasez de virtudes y la proliferación de defectos del cuadro amarillo. Quizá los defectos sean los mismos de siempre, pero se vieron acrecentados en un pésimo partido.

Virtudes:

Armando: Si algo o alguien se salva de la quema generalizada es el guardameta vasco Armando. El portero realizó algunas intervenciones de categoría y pudo mantener el resultado lo suficientemente apretado como para que el Cádiz, pese a su mediocre juego, creyera en el empate. Como siempre, Armando estuvo sobresaliente en el mano a mano contra los delanteros osasunistas y detuvo algunos remates muy peligrosos. En los dos goles, evidentemente no se le puede achacar nada y, para colmo, contó con su amiga, la fortuna que envió al poste y fuera dos goles cantados.

Defectos:

La escasa posesión de balón: El Cádiz, cuando juega lejos de Carranza, no es un equipo que se apasione por tener el balón. Más bien todo lo contrario, lo cede para organizarse, recuperarlo y salir al contraataque. Esto, cuando funciona, va muy bien, pero cuando no, se sufre un baño como el que recibimos en El Sádar. Sin balón toca sufrir, a no ser que se recupere pronto y ahí aparece el segundo gran defecto del partido de Pamplona.

La pésima  presión: Siguiendo con el razonamiento, si se entrega la pelota al rival es para volver a quitársela y lograr salir al contraataque con el contrario descolocado. Eso pasa por realizar una presión asfixiante en el centro de la cancha. La misión de la presión, en este Cádiz, era una asignatura sabida, que se suspendió en El Sádar. Los jugadores encargados de la presión (los cuatro de arriba, más los mediocentros, con el apoyo de los laterales) no fueron capaces de robar la pelota. Llegaron tarde a todos los balones y se vieron superados por los jugadores rojillos. Fue, algo así, como la prolongación de la segunda parte del partido del Sevilla.

La falta de ideas: Si las pocas veces que el Cádiz tenía el balón no sabía qué hacer con él, el problema se agrava de forma irremediable. Los jugadores llamados a crear juego en este Cádiz no parecen acoplarse a la nueva categoría. Todo el peligro llega por jugadas a balón parado y escasean las ocasiones en que el juego combinativo o el desborde del rival son armas para los jugadores cadistas. Enrique fue el único que creó algo de peligro pero tampoco destacó sobremanera. Especialmente preocupante es la situación de Sesma en lo que llevamos de liga puesto que parece haberse perdido en el ascenso.

El abuso del pelotazo: La capacidad para distribuir juego en largo de Abraham Paz y, en menor medida, de Ramón de Quintana, no puede ponerse en duda a estas alturas. Sin embargo, el cambio de orientación o el pase en largo pueden ser un buen recurso pero no se deben convertir en la principal vía. No sólo fue la principal vía sino que el pelotazo fue el único medio que encontró el Cádiz para llevar el balón al campo contrario. Paz, de Quintana, Raul López y Varela, ante la impotencia del centro del campo, se limitaron a lanzar misiles hacia los de arriba, con nula eficacia.

Un nuevo penalti fallado: En el entorno general del partido el fallo de Fleurquin en el penalti queda como una mera anécdota, pero puede suponer el inicio de una psicosis del penalti en el vestuario cadista. El primer problema fue no volver a confiar en Abraham Paz. El portuense ha metido muchos y sólo ha fallado uno. También Fleurquin es un perro viejo con la capacidad suficiente para marcar penaltis. Como la mayor parte de los jugadores de la plantilla. El único problema es que es el segundo que se falla y, en este caso, podría haber puesto el partido en empate y haber supuesto un punto de inflexión, poco probable ante la superioridad osasunista.

Autor:Ccapital

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