Jabulani: el enemigo del Mundial

LOGO_SUDAFRICA.jpgMucho se habló de él en las concentraciones previas a la disputa del Mundial de Sudáfrica y, ahora que dieciséis selecciones han debutado en el torneo, sigue dando de que hablar. Jamás un balón de fútbol había resultado tan problemático y había acaparado tantas portadas en periódicos, ni había sido tantas veces mentado por los futbolistas en rueda de prensa. El recibimiento que ha tenido el Jabulani –que en lengua zulú significa “celebración”- no ha hecho honor a su nombre. En palabras de los futbolistas, es un balón difícil de controlar. Pero quienes más se han quejado al respecto han sido los porteros –entre ellos el brasileño Julio César, nuestro Iker Casillas, Gianluigi Buffon o el chileno Claudio Bravo-, que indican que es difícil de interceptar y, al que han llegado a tildar de “pelota de playa”.

Robert_Green_465565a.jpgLas primeras víctimas del balón más mediático de la historia han sido el inglés Green y el argelino Chaouchi. Sus errores capitales en los goles recibidos ante Estados Unidos y Eslovenia, respectivamente, se debieron en gran medida a los extraños efectos que experimenta el balón al ser golpeados (aunque no toda la culpa la tiene Jabulani, que también los cancerberos pusieron mucho de su parte) Viendo los goles que encajaron ambos porteros, resulta cuanto menos curiosa la descripción que del balón hizo en su día el fabricante: “al pasarle las manos por encima, la primera impresión es su extraordinaria textura, que permite un control máximo, un vuelo estable y un agarre perfecto en cualesquiera condiciones”.

El gol encajado por el portero inglés fue calamitoso (de hecho, los rotativos británicos ya empiezan a llamar a Green “Calamity”) y evitó la venganza de Inglaterra, que si bien ha ganado la mayoría de sus duelos ante Estados Unidos, cayó derrotada la única vez que se vio las caras con el combinado norteamericano en competición oficial: en el Mundial de 1950. Un lejano disparo de Dempsey desde fuera del área, que llegaba manso a las manos de Green acabó envenenándose. A la hora de embolsar el balón, este se le escurrió de las manos al portero inglés, que no pudo evitar que se introdujera dentro de su portería.

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