La ultima bala

El Cádiz tiene su última oportunidad ante el Numancia para mantener la categoría y seguir siendo equipo de Segunda División la próxima temporada. Es la última bala, el último cartucho: el último halo de esperanza. Un clavo ardiendo para seguir formando parte del fútbol profesional al que debe agarrarse como sea. Para mantener la categoría deben darse dos premisas: vencer al Numancia y esperar que al menos dos equipos fallen. Ambas premisas son igual de complicadas.Partiendo por la última, el Cádiz tiene que esperar un tropiezo de Las Palmas, Murcia, Albacete, Salamanca o Huesca para mantenerse. Es la parte del trato que más desaliento provoca: el equipo no depende de sí mismo. Además de en Carranza, el Cádiz juega en cinco estadios más. Es esa sensación de no depender de uno mismo, de estar a merced de los demás equipos, de estar pendiente de lo que hagan o dejen de hacer lo que hace que la situación sea tan complicada. Tanto que parece insalvable. Tanto, que el derrotismo parece haberse instaurado en la afición. Y es eso último lo que me parece verdaderamente peligroso: el derrotismo, porque, para que la segunda premisa sea válida, el Cádiz debe ganar primero al Numancia. De nada sirve que se den resultados favorables en otros estadios si el equipo no responde en su estadio ante el Numancia. Las dos premisas van cogidas de la mano: no hay una sin la otra. Si el Cádiz no gana al Numancia no habrá ninguna posibilidad, del mismo modo que si el equipo gana y no se dan los tan deseados resultados en otros campos tampoco habrá ninguna posibilidad. Temo que el derrotismo se instale en el vestuario cadista y que los jugadores de la plantilla se sientan ya descendidos, miembros de un equipo de Segunda División B, cuando aún disponen de un último disparo para evitarlo. Desde el partido en Carranza contra la Real Sociedad el ánimo del equipo no es el mismo. El fútbol son estados de ánimo y, si el estado es negativo resultará muy complicado alterar la dinámica negativa. Hay que evitar que el derrotismo se instale en el vestuario. Hay que intentar que los once futbolistas que salten al verde de Carranza el sábado salgan a por todas, a comerse al Numancia. Hay que jugar como aquel que no tiene nada que perder aunque el Cádiz sí lo tenga, aunque a medias pues parte con desventaja sobre el resto- y sí mucho que ganar. Con valentía, sin complejos, a cumplir su parte del trato y esperar que los resultados acompañen. Esto también es aplicable para los aficionados que asistan al estadio para el crucial duelo ante el Numancia. Hay que evitar, de todas las maneras posibles, que Carranza sea un funeral. Hay que evitar ir al estadio con la intención de desahogarse y gritarle al presidente el sentir de una afición maltratada, que no merece este trato. Eso, tanto para bien como para mal, que se deje para el final del partido: una muestra pública del descontento cadista ante un hombre que no ha invertido lo suficiente en un club como este. Como decía, el fútbol son estados de ánimo y si el ambiente de Carranza es de funeral o muy en contra para los jugadores o la directiva desde el comienzo, será difícil hacer la proeza. Además de un estado de ánimo, el fútbol es imprevisible, una ciencia inexacta. Probablemente se dé algún resultado favorable. Es difícil. Cierto. Y más difícil aún con maletines de por medio. Cierto. Pero puede que, de entre tanto maletín, de entre tanto fuego cruzado, se dé algún resultado bueno para el Cádiz. Que se dé alguna sorpresa de esas que siempre se dan en las jornadas finales. Sin ir más lejos: este año hay un equipo de Segunda División que no se esperaba para nada descender la pasada campaña, cuando militaba en Primera División y que acabó descendiendo, evitando que Valladolid u Osasuna regresaran al infierno. Hay que confiar, creer. Ganar al Numancia y esperar. Después, que pase lo que tenga que pasar. Pero mientras hay vida, hay esperanza. A eso hay que aferrarse durante la hora y media del partido en Carranza contra los sorianos.

Autor:Belmonte

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