La crónica desde la Rosaleda

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Berizzo puro oficio. Ni Salva ni el Chengue pudieron con él. Foto: Paco Rodríguez / EFE

Como cada lunes, traemos a nuestro «Dicen que el amarillo» la visión del partido desde el otro lado. En este caso es Sergio Cortes, que firma la siguiente crónica que transcribimos en el rotativo Diario Sur de Málaga. .-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-Sin actitud, sin orden, sin reacción y con un técnico dubitativo (0-2)El Málaga, en picado por un grave error arbitral, las decisiones extrañas de Tapia y la falta de compromiso El equipo jugó con desgana frente a un Cádiz compacto y crecido, y sólo disparó una vez entre los tres palosCuesta abajo…De aquel Málaga de Tapia ya nada queda. Es así de triste. Y de preocupante. Aquellos jugadores comprometidos vuelven a dejar al equipo contra las cuerdas. Más allá de los datos numéricos (la peor primera vuelta, dos puntos de los últimos veintiuno, 28 goles encajados, diez derrotas), es más grave la imagen de deterioro que se asemeja a la etapa de Gregorio Manzano. Esta vez no era el Albacete, sino el Cádiz.La falta de compromiso es evidente. El Málaga de la pasada temporada reaccionó porque no le quedaba otra. Los jugadores se escudaron y criticaron en privado al técnico y al preparador físico, como suele suceder cuando los mejor pagados pretenden -y logran- marcharse de rositas. Tapia encontró un equipo roto y también ávido de mejora. Entonces, como ahora, los futbolistas salen en público y ninguno admite errores propios. Todo marcha bien. La realidad es otra: los aficionados comenzaron a desfilar ayer en el minuto 65 y dejaron a medias La Rosaleda por la manifiesta incapacidad de los suyos para apretar al rival.

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Nenad estuvo a buen nivel. Pocos balones perdió. Foto: Paco Rodríguez / EFE

Brazos bajados El Málaga de la pasada Liga presionaba, se juntaba cuando perdía la pelota y ofrecía movilidad arriba en el juego sin balón para crear huecos o pasillos. Para ello sólo se requieren dos virtudes: unión y compromiso. Este Málaga de Tapia no las tiene. Sus futbolistas no tienen hambre y bajan los brazos a las primeras de cambio. Da la impresión de que ya no caminan de la mano del entrenador, al que varios cuestionan -aunque traten de aparentar lo contrario- por su actitud en el ‘caso Duda’, cuando dijo aquello de «Yo también tengo que dar de comer a mi familia a final de mes». Las bajas de Duda y Romero, más la marcha de Baiano, Miguel Ángel y Juanito, limitan aún más a un equipo plagado de jornaleros con sueldos descomunales muchos de ellos. Con el portugués el Málaga logró siete puntos en cuatro partidos; sin él, diez en quince encuentros. Sobra cualquier comentario. Aunque le moleste a Gerardo, sin el extremo se observa un equipo al 20 por ciento en su eficacia a balón parado. Y sin él también se pierde al futbolista con más criterio en el capítulo ofensivo. A Tapia se le ve descompuesto. No sabe qué camino tomar y cómo resolver los problemas. Bien es cierto que semanas atrás fue el perjudicado por la pésima planificación de los que mandan, Antonio Mendoza y Manuel Ruiz Hierro. La situación de Duda, la también esperada de Manu después del verano, la reiterada falta de previsión con otro lateral izquierdo o las gestiones con Bóvio ya casi fuera de plazo pasaron factura en encuentros anteriores. Ayer, no. El técnico se decidió al fin por el relevo de Fernando Sanz -que debió producirse antes- y recurrió a Litos, un intachable profesional que permanece en el club al ser renovado por la enorme deuda del club con él. La consecuencia fue la presencia de Alexis como lateral izquierdo y, sobre todo, César como central para esa zona. El desaguisado lo aprovechó el Cádiz para sentenciar el partido después de que un grave error arbitral (Medina marcó con la mano el primer gol) le pusiera con ventaja al equipo visitante. Además, la apuesta por Gerardo y Juan Rodríguez en el centro del campo volvió a suponer un fiasco. Cada uno de ellos puede actuar como medio centro, pero juntos supone una concesión al rival. Ni organizan, ni se intercambian en las llegadas al área ni se sincronizan en la contención. Independientemente de esas decisiones, entre los jugadores del Málaga faltó mordiente. No se puede afrontar un derbi con la actitud de ayer, con desgana y sin empuje. El Cádiz, muy ordenado, comprendió muy pronto que no sufría para defender y le dio moral suficiente para tomar la iniciativa en ataque. Durante la primera parte parecía el local. Sin llegada, sin orden y sin criterio, Armando sólo tuvo que emplearse a fondo en un tiro lejano de Gerardo en la única ocasión blanquiazul de todo el partido. Cambios La falta de compromiso dejó casi decidido el duelo en el descanso. Ese plus de duda se remitía exclusivamente a los cambios, los introducidos por Tapia y el de actitud de los jugadores. Dio igual. El técnico optó por la sustitución más fácil (Jesús Gámez) y recurrió a fórmulas ensayadas durante la semana. Alexis jugó donde debe, como central; Nacho se retrasó para dejar su sitio a Antonio López, y Morales acompañó a Salva en punta. En cambio, mantuvo en el campo a Edgar, desaparecido e inoperante en una posición, segundo punta, en la que hace nada era la séptima opción para el entrenador. De todas esas decisiones sorprendió en parte la presencia de Antonio López, que salió con una amarilla que había visto en el banquillo. El técnico arriesgó y el extremo cometió un error imperdonable cuando a las primeras de cambio se expulsó con una entrada a destiempo. El Málaga no intimidó a Armando en toda la segunda parte y, lo que es peor, los recién llegados estuvieron muy flojos. Es más, Gabriel fue titular y nunca tomó la iniciativa. Parecía contagiado de la falta de actitud de sus nuevos compañeros. Al margen de números, esa es la peor impresión que ofrece el equipo. Sin unión ni compromiso, es un firme candidato al descenso. A menos que los jugadores, con sus limitaciones archiconocidas, den la cara y que el técnico se aclare.

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