El patrimonio

cadiz_baldasano_1.jpgOtra de las opiniones habituales que expresa su opinión ante el nuevo cambio de dirección en la nave amarilla es la del Profesor José Antonio Hernández Guerrero. En La Voz de Cádiz puede leerse. .-.-.-.-.-.- .-.-.-.-.-.-

El patrimonio hernandez_guerrero.jpg Estamos seguros de que el gaditano Arturo Baldasano ha hecho un negocio rentable. No me refiero, como podrán suponer, al valor del patrimonio material que adquiere: no estoy pensando en ese capital que está integrado, al menos, por las instalaciones de Puerto Real y por los preciosos trofeos ganados durante su dilatada historia, ni siquiera tengo en cuenta la calidad del cuerpo de técnicos ni de la plantilla de profesionales, sino que fijo mi atención en la ganga que supone contar con esta incondicional y ejemplar afición. Con los millones de euros -me da igual la cantidad exacta-, el empresario adquiere una afición que está identificada emocionalmente con unos colores y que, como ocurrió el domingo pasado, no se cansó de proporcionar alientos a unos jugadores que no han sabido corresponder con su juego ni con sus éxitos. Es evidente que los cadistas acuden al Estadio y entonan cantos con la intención de animar a los jugadores y de estimularlos para que gane su equipo. Pero es todavía más claro que, durante todas estas dos últimas temporadas y, de manera más indiscutible, en el partido contra el Castilla, los aplausos demostraron que ese puñado de aficionados está dispuesto a acompañar al equipo en las alegrías de los triunfos y en las penas de las derrotas. Fíjense cómo ni siquiera hicieron como los aficionados del Athetic Club de Bilbao que, tras mostrar con aplausos su satisfacción por la permanencia del equipo en la División de Honor, no dudaron en reprochar, con los pitidos dirigidos a los jugadores, el pésimo juego que han exhibido durante toda la temporada. Si es cierto que la afición cadista ha obtenido la máxima calificación, es verdad que el comportamiento de muchos jugadores y el funcionamiento del equipo han dejado mucho que desear. Ahí están los analistas para, cuanto antes, identificar los fallos y buscar, donde sea, la adecuada y eficaz solución. La afición, efectivamente, es incondicional pero, hasta cierto punto.

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