Triste protagonista


 
 

No hay nada más problemático que no saber cuál es el papel que te corresponde. No hay nada peor que, teniendo un cometido, intentar sobrepasarlo para tener más protagonismo. No hay nada peor que un actor secundario que, de repente, se mete a súper estrella. Y eso fue lo que acabó pasando en el duelo entre Cádiz y Betis B con el colegiado. No me gusta hablar de los árbitros ni de decisiones erróneas, pero con actuaciones como las de esta jornada es imposible no hacerlo.Raúl Chavet García, malagueño y debutante en la categoría, llegaba a uno de los estadios más importantes de la división de bronce. Con su silbato en la boca y todo un arsenal de tarjetas, protagonizó un robo, un auténtico atraco a mano armada. Llegó con ganas de hacerse notar, con ganas de dejar su huella, de ser recordado. Y lo consiguió, con un arbitraje malo, altivo, amenazador e irresponsable. Él solito destrozó el encuentro, caldeó los ánimos y condicionó al Cádiz desde el primer minuto de partido. A los cuatro minutos expulsó a Daniel Cifuentes después de que el lateral diestro cadista realizara una entrada que, como mucho, era merecedora de la cartulina amarilla. Una decisión incomprensible, que puso muy nervioso al Cádiz y con la que Chavet García había logrado su objetivo: ser el centro de las miradas del partido. Tras la expulsión de Cifuentes, llegaron cartulinas amarillas para Aarón Bueno, Dani Miguélez y Enrique Ortiz. Acertó en dos de las tres tarjetas, aunque en la del Pichichi del Grupo IV tomó una decisión equivocada: en vez de permitir que siguiera el juego –pues el Betis B tenía una oportunidad clara de ataque- paró la jugada para señalar la falta y amonestar al extremo cadista. La cartulina mostrada a Dani Miguélez era clara y acertada, pues el cancerbero cadista falló en su salida y arroyó al atacante bético –otro error más del canterano gaditano esta temporada, pues podía haber evitado tirar a Damián. Finalmente, en la cartulina mostrada a Enrique se equivocó, pues el extremeño bien podría haberse ido a la ducha tras propinarle un codazo a Juanito. Esa acción, la del capitán amarillo, era más merecedora de la roja que la entrada de Cifuentes. Comparando ambas acciones queda claro la poca idea de fútbol que tenía –y supongo que seguirá teniendo, ya que de un día para otro no se producen milagros- el árbitro de la contienda. El colmo del arbitraje esperpéntico llegó cuando decidió expulsar al médico del Cádiz, Fernández Cubero. Una dura entrada por detrás sobre Enrique Ortiz ni siquiera fue sancionada como falta por el colegiado y el banquillo amarillo saltó como un resorte protestando la jugada. “Por tu culpa estamos perdiendo”, fueron las atroces palabras del galeno cadista, que para Chavet García y unos pocos iluminados más merece la expulsión. Poco después Enrique caía al suelo, víctima de un codazo –merecedor de falta, no para el árbitro, sino para su asistente- y el infractor tampoco vio la amonestación. Por cierto, ¿qué hubiera pasado si Enrique hubiera necesitado asistencia de manera urgente tras el codazo? ¿Quién sería el encargado de atender al extremeño teniendo en cuenta que el médico acababa de ser expulsado? Carlos Caballero vio otra amarilla por protestarle una decisión al árbitro. Un colegiado que con el centrocampista madrileño de quitó el disfraz de ser superior para ponerse el de ogro. “Vete de aquí o te arranco la cabeza”, le dijo el árbitro al jugador amarillo, como fue después corroborado por el propio Enrique. Y Caballero se fue, no fuera que el colegiado –teniendo en cuenta su estado- cumpliera con su amenaza. Algo reconcomía la conciencia de nuestro protagonista. Tenía la sensación de que igual no había obrado del todo bien, que no había sido justo con el equipo local. Por ello, para nivelar la situación, expulsó a Bernal con roja directa. El canterano bético hizo una entrada similar a la de Cifuentes y claro, de acuerdo con el reglamento de Chavet García –de reciente edición y que pronto estará disponible para el resto de colegiados del mundo- esas jugadas merecen más la expulsión que un codazo. Con igualdad numérica, el segundo período fue un monólogo amarillo. El Betis B, consciente de que no podía superar a su rival con argumentos futbolísticos, practicó el “otro fútbol”, con continuas pérdidas de tiempo. Con cualquier otro colegiado hubieran llovido las amonestaciones ante tanta pausa intencionada, pero con Chavet García, no. El colegiado fue cómplice de la actitud del filial verdiblanco, permitiendo que se sucedieran las pérdidas de tiempo. En líneas generales el fútbol imperó hasta el minuto ochenta y ocho de partido. Cuarenta y cinco minutos sin ser protagonista –redondeando- son demasiados para Chavet García. En lugar de sancionar las pausas béticas, decidió expulsar a Fran Cortés y amonestar a José Serrano. El bagaje final del colegiado fue de tres expulsiones y seis cartulinas amarillas para el Cádiz. El colegiado confundió autoridad con intransigencia, aplicó libremente el reglamento y destrozó un partido de manera innecesaria. Y todo, por no saber estar en su sitio y desempeñar con dignidad su papel secundario. «JUEGA LIMPIO. Por favor, si tomas esta noticia para otra publicación, cita procedencia.»

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