Cuando el desplazamiento es una odisea

Suerte. Esa era la palabra más repetida por los jugadores del Cádiz al finalizar el partido en el Stadium Gal de Irún. El estadio irundarra, de grato recuerdo para el aficionado por ser allí donde el equipo logró el ascenso a Segunda División la pasada campaña fue, durante noventa minutos, un auténtico infierno. El equipo local salió a comerse a su rival, poniendo cerco a la portería de Casilla y dominando, gracias a su poderío físico, el centro del campo. El equipo pudo haber encajado cuatro goles perfectamente, pero, al contrario que en otros partidos, consiguió mantener su portería a cero. Así que, si tenemos en cuenta eso, los jugadores hacen bien en referirse a la suerte como su gran aliada.

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 El jueves saliendo de la estación de Cádiz. Hasta el viernes, al filo de las tres de la tarde no llegó el equipo a Irún.

Porque, quitando a la suerte, el Cádiz no tuvo ningún aliado en el partido. El ambiente le era muy adverso, el rival, también. Iñaki Alonso, técnico del Real Unión, dijo que su equipo tenía ganas de vencer al Cádiz, después de la eliminatoria de ascenso de la pasada temporada en la que su equipo acabó derrotado. Y se notó. Pero, sobre todo, el Cádiz no pudo contar consigo mismo en el Stadium Gal. Viendo el partido, parecía mentira que ambas escuadras se jugaran la vida. Parecía que sólo el Real Unión tenía la imperiosa necesidad de llevarse el gato al agua, de conseguir los tres puntos. Pero no era así: también el Cádiz necesitaba ganar, pero fue incapaz de poner en aprietos a un inseguro Otermin (hasta tres salidas en falso realizó el guardameta vasco, que no generaron mayor peligro por que el Cádiz no tuvo su día en ataque) y se limitó a defenderse como pudo de las acometidas de su rival. El conjunto de Espárrago no pudo contrarrestar el juego de su rival, y sólo pudo atacar tímidamente al final de cada período, cuando los jugadores del Real Unión estaban cansados por el esfuerzo realizado. Al Cádiz le quemaba el balón y no fue capaz de generar demasiadas ocasiones de ataque. En una de ellas, Tristán, antes de ser sustituido, pudo haber marcado un gol tan necesario como injusto a la vista de cómo se había desarrollado todo, pero el delantero sevillano envió el balón fuera ante la salida de Otermin. El resto de disparos corrieron a cargo de Nano González y fueron producto de la impaciencia: el malagueño estaba solo, sin apoyos, con todos sus compañeros a su espalda y la única alternativa que le quedaba era disparar a portería, más por soltar el balón que por intentar marcar. El resultado, desastroso: ninguno fue entre los tres palos e, incluso, en una ocasión el balón fue tan desviado que acabó por marcharse fuera del estadio. Cuando se ataca así, sin convicción, tirando a portería (o intentándolo) por cumplir o para deshacerte del balón, es que algo no va bien. El equipo estuvo roto en ataque: por ello mismo Nano González estaba solo de manera sistemática y carente de apoyos para combinar. Quitando el inicio del partido, el final del primer tiempo y el final del segundo, el Cádiz no hilvanó ninguna jugada interesante, limitándose a dar pelotazos desde la zaga para apagar fuegos: un juego que no funciona con un hombre de las características de Tristán. El Cádiz estuvo fundido físicamente y totalmente a merced del rival, que no consiguió marcar por estar peleado con el gol, por Casilla y por la defensa, mucho más seria y segura desde la llegada al once titular de De la Cuesta y de Fleurquin. En rueda de prensa posterior al partido, Víctor Espárrago asumía la culpa de lo sucedido en el Stadium Gal. “Cuando el nivel del equipo es bajo, el responsable de todo esto es el entrenador”, declaró el técnico uruguayo. Pero, ¿y si la culpa no la tuviera él, ni el equipo? El Cádiz acusó un cansancio desmedido desde el inicio de partido, en el que le cedió por completo el control al Real Unión, y no porque su rival fuera infinitamente superior (pues tiene un nivel similar al del equipo cadista, ya que de lo contrario no estaría en puestos de descenso) sino porque estaba excesivamente cansado. En todo partido hay un equipo que lleva la voz cantante y domina, pero existen fases de quince o veinte minutos en los que el equipo que ha ido a contracorriente pasa a tener el control del partido. El Cádiz no controló ni un solo minuto del partido: estaba excesivamente cansado. Un cansancio que explica por qué todo el equipo se parapetó atrás y achicaba agua como podía. Un cansancio que explica por qué el Cádiz no hiló ni una sola jugada de peligro desde el medio campo. Un cansancio que explica por qué Nano González estaba solo arriba y se veía obligado a disparar por cumplir. Un cansancio que pudo deberse al desplazamiento elegido para ir a Irún.Fue un desplazamiento que no era nada habitual y que sorprendió a todo el mundo. El Cádiz decidió ir a la ciudad vasca en tren, haciendo escala en Madrid. Partió para la capital de España el jueves en un tren Alvia. Tras pasar noche en Madrid, el viernes por la mañana la expedición cadista puso rumbó a Irún en otro tren. Una locura de viaje que pudo ser la causante del cansancio del equipo. Desde el club debería de mirarse estas cosas mejor antes de planificarlas, pues pueden condicionar partidos.Sea por el viaje o no, el caso es que el Cádiz llegó muerto al Stadium Gal y que sólo gracias a la suerte salió vivo de un infierno en el que lo más normal era que saliera goleado. Un punto que dejó la buena noticia de que el Cádiz fue capaz de mantener a cero su portería, algo que no conseguía desde el estreno de Víctor Espárrago contra el Huesca. Ahora, toca el Castellón.

Autor:Belmonte

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