Ortega: entre Carranza y el Villamarín

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Antolín Ortega

Pablo Niño, de Rota, al igual que Fco. Javier Zafra y Manolo Villalba. Del Puerto era Salguero, pero hay más, muchos más, y de todas las épocas. Sólo por citar a algunos, ¿quién no se acuerda de Joaquín Sierra «Quino», Ramón Blanco, Ramón (el sanluqueño) o el gran Carmelo…? Todos tienen en común haber defendido, con mayor o menor éxito, las camisetas de los dos equipos andaluces que se enfrentan el sábado en Carranza. En la actual plantilla cadista , Oli, fue delantero bético durante tres temporadas y Benjamín, prestado por Lopera, tienen también pasado verdiblanco, además del preparador físico, Lorenzo Buenaventura, del que casi puede decirse es bético de nacimiento. En la Avenida de las Palmeras, su capitán, el internacional Juanito también defendió la amarilla -aunque fuese la del Cádiz B-, un color que siempre ha llevado en su corazón (es de los pocos que no falta nunca desinteresadamente al Campus de Verano Michael Robinson) Pero si tenemos que designar un nombre de alguien que sea recordado con enorme cariño y que haya dado muchas tardes de disfrute a las dos aficiones, sin duda debemos traer del pasado a Antolín Ortega (Madrid 5-11-1951). Poco más de dos millones y medio de la época dicen pagó el Cádiz al Real Madrid por sus servicios. Ortega, formado en la cantera blanca, venía de estar cedido en Osasuna y Castellón, sin llegar a debutar con los merengues. Sabino Barinaga era el técnico amarillo. Fue una temporada complicada aquella. El equipo presidido por Vicente Alonso llegó a promocionar con el Baracaldo para mantenerse vivo en Segunda división. En Lasesarre, pese a caer en la vuelta, se salvó la categoría bajo la tutela del querido Adolfo Bolea, hombre de la casa que hizo de apagafuegos. Pero a la siguiente campaña, la 76-77, llegó el histórico ascenso. Ortega fue uno de los grandes artífices. Pieza clave de un centro del campo que pasó a la Historia amarilla, el formado por Antolín Ortega, Fernando Carvallo y Ricardo Ibáñez.  Ya entre los grandes, de lo poco que se salvó de la temporada del Cádiz, en su estreno como primerdivisionista, fue el rendimiento dado por Antolín Ortega. Con 26 años el madrileño estaba en plena madurez como futbolista. El descenso fue un duro golpe para el cadismo, que no supo digerirlo adecuadamente. Ortega fue traspasado al Real Betis por dos perras, y el pulmón que era el madrileño sobre la cancha, respiró aire verdiblanco durante ocho largos años, en los que acabó siendo santo y seña del Real Betis.

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