La herencia de La Máquina

escu_celta.gifRescatamos un artículo que aparece hoy mismo en El País sobre nuestro próximo rival y que firma el corresponsal en Vigo de este periódico, Pablo Campos.

Un joven Celta, líder con un fútbol similar al de los años de Mazinho y Mostovoi<?xml:namespace prefix = o />

Muchas cosas han cambiado en el Celta desde que purgó sus pecados en Segunda. La edad media del equipo que el domingo se zampó al Sevilla en cincuenta segundos no sobrepasa los 25 años, lejos de la treintena que desafiaba la carrera de los protagonistas del descenso. No es la única diferencia. El recién ascendido club de Balaídos se declara heredero de La Máquina que asombró en el cambio de década. Ha recuperado la pasión por la pelota, después de explorar un conservadurismo que le aupó primero a la Liga de Campeones y le condenó después a una tumba de la que pocos salen al primer intento. Lo logró el Celta, que de paso enjugó sus deudas y armó un equipo cortado por patrones de calidad y juventud que exhibe con orgullo el liderato de la Liga.

La victoria en el Bernabéu y los doce puntos que han conducido al Celta al liderato han desatado dos corrientes de opinión en la plantilla. Por un lado están los recién llegados, catorce en total, que apuestan por disfrutar del liderato y marcarse grandes metas. Por el otro, los supervivientes del descenso, que pasean la dolorosa cicatriz del fracaso de 2004 y restan los puntos para la permanencia. Son minoría, porque si el descenso fue una catástrofe emocional, también resultó una solución económica, que permitió al Celta liberarse de una plantilla cuyos sueldos le desangraban. El resto lo puso una deuda renegociada con los bancos y un ascenso que tuvo que certificar dos veces.

cadiz_celta_13.jpgDe la necesidad de renovación que tenía la plantilla habla el azaroso destino de jugadores como Juanfran, Cavallero, Jesuli, Milosevic, Cáceres, Velasco, Luccin o Mostovoi. La cohorte de canteranos que acompañó a Canobbio y Gustavo López en el regreso a Primera ha sido sustituida por catorce nuevos futbolistas; jóvenes en su mayoría, de perfil técnico en su totalidad y de inversión limitada. Salvo Baiano y Canobbio -fichado tras un año de cesión-, el resto son cedidos, libres de contrato o firmados por debajo del millón de euros.

Con unos cinco millones gastados, el Celta ha armado un equipo que ha desempolvado elogios que no se oían desde los mejores años de Mazinho y Mostovoi. «Hemos hecho un fútbol de ensueño, extraordinario, maravilloso», glosaba el entrenador, Fernando Vázquez, del primer tiempo del partido con el Sevilla. El técnico gallego, que no se libró de las críticas de la afición durante el purgatorio de Segunda, ha armado en pocas semanas un equipo sorprendentemente cohesionado, dado el caudal de caras nuevas. Más de la mitad del equipo titular del domingo era de recién llegados, y otros dos, los suplentes Lequi y De Ridder, jugaron sus primeros minutos con la camiseta celeste.

El resto se llama gol y lo pone Fernando Baiano, un brasileño de 26 años que se codea con Eto’o y Ronaldo en la tabla de anotadores. Contratado tras una singular pugna con el Deportivo de A Coruña, el delantero, que contribuyó el curso pasado a la salvación del Málaga con sus goles, ha puesto lo que el Celta necesitaba desde Lubo Penev. Marcó en su estreno, brilló en Chamartín, hizo doblete en el Madrigal y contra el Sevilla tardó un minuto en poner a su equipo por delante. Hasta le fecha, él es el responsable de que el fulgor de este renovado Celta no se quede en fuegos de artificio.

 

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