Mis vivencias del Trofeo

(*) Punto Radio Cádiz, dentro de su programación especial con motivo de la LII Edición del Trofeo Carranza, solicitó a la Asociación Cadistas Fin@s la elaboración de un texto relativo al Trofeo Carranza en el que se recogieran de alguna forma las vivencias del trofeo de los trofeos,  que alguno de nuestros socios pudieran recordar para compartir con los oyentes. En el día de hoy ha sido leído en antena.


Mis vivencias del Trofeo (*)55_entradatrofeo.jpgEl Carranza es el hermano mayor que nunca tuve. Aunque yo no cumpliré más los cuarenta, ni mi hermano tampoco hará lo propio con los cincuenta. Pronto cumplirá 52 tacos. ¡ Como pasa el tiempo !De mi primera infancia no tengo recuerdos, aunque luego si supe, tras verlo en blanco y negro, como un Madrid más blanco que nunca se hacía fotos con él. Mi padre, su padre, estuvo presente el día que nació. ¡¡¡ Como no iba a estar!!! No quiso perderse el detalle del nacimiento, y bien que se las ingenió para no gastarse las cien pesetas que costaba la entrada de aquel su nacimiento.La primera vez que tuve una charla con él fue en la plaza de las Flores. Mejor dicho en los puestos de Pescao del Mercado de Abastos, lugar tradicional y perenne de mis paseos con la madre el sábado. Allí, entre pijotas y acedías, el cartel anunciador del Trofeo nunca faltaba a su cita cada verano. Cuando aún no conocíamos la palabra marketing, era como la presentación oficial de hoy en día. Una vez visto el cartel cada año, sólo quedaba esperar a la tarde de turno para ir a Columela, al escaparate de Fermindelmoral y presumir de copas.viejo_carranza_pele.jpgMi primer recuerdo de ver a mi hermano en su ambiente, en su salsa, en el estadio que le da nombre, fue en Fondo norte. Jugaba el Santos, y con los blancos, uno vestido de negro, que decían era muy bueno, aunque por lo que a mi memoria llega poco tilín hizo a mi hermano. Se llamaba Pelé. Luego supe que a mi hermano, su presencia, lo hizo aún más grande. No sé si antes o después, también en el Pescao vi un cartel con Iribar y Beckembauer, y con Jairzinho, Me acuerdo de las primeras minifaldas en las majorettes, de las viseras de cartón con gomilla atadas a la cabeza, de las subidas por banda de Carlos El Legionario, de los voluntarios de la Cruz Roja, del gol de cabeza de Paco Baena al Inter de Milán en la primera participación cadista el año del primer ascenso a 1ªMe gustaría incidir en que el Trofeo fue un adelantado en su tiempo en llevar a la familia entera al fútbol, pues así es como vivíamos los gaditanos esos dos días, siempre el último fin de semana de agosto. Los hombres y niños, al fútbol, y las mujeres, en tanto, nos esperaban a la salida del partido de turno sentadas en cualquiera de los innumerables bares de la zona, porque pillar mesa en El Barril era una odisea. Trofeista confeso, nunca he ejercido de barbacoista, lo que considero una mala copia de lo que tan bien empezó como fiesta familiar y degeneró en un tumulto con brasas en la playa. Un año -nunca se me olvidará- quise ser protagonista y jugué mi primer y único partido en el Trofeo. En los prolegómenos de una semifinal que disputaba el Palmeiras, el calor me noqueó con una lipotimia. Las pistas de atletismo fueron testigos de mí entrada al campo por Preferencia y salida por el túnel de vestuarios. Mi padre de verdad, que se llevó un buen susto, me lo recuerda y que coincidimos allí con Pereira y Leivinha¡Casi ná ! Esa camiseta verde y calzón blanco de la equipación brasileña, y ese olor a reflex no se me olvidará nunca.

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La torre, desaparecida hace tres años, testigo directo de su mejor época

De épocas más recientes el debú en España de Donato en el Vaco de Gama; la lesión del mejor Montero en las filas sevillistas; el primer trofeo que ganó el Cádiz con gol del artista Dieguito; el golazo de Ortiz a Paco Buyo y que sirvió a un Cádiz de 2ªB para mojar oreja a los merengues Pero tampoco la vida ha sido de color de rosas amarillas para mi hermano el mayor. Un año estuvo a punto de morir. Le salvó la vida un cirujano bético en una operación a corazón abierto. Sufrió de lo lindo cuando le quisieron hacer una fiesta por todo lo alto en sus bodas de oro y casi le da un infarto cuando llegó a Bahía Sur. Ni adrede se podría haber hecho peor ese año. Estuvo más paallá que paacá. Pero ya pasó. Su cardiograma amarillo parece repuesto, o al menos eso me ha dicho los dos últimos años que he hablado con él. Está contento. Se lo noto. Además, con 52 años está viviendo una segunda juventud, sin hijos que colocar, ya que no quiso traer niños al mundo. Eso sí, su legado nos quedará siempre. Ahora a mi generación le toca cuidarlo, que otras empujan con fuerza y quieren conocerlo tal como se lo hemos de contar. Lo haremos gustosos. ¡Te quiero, hermano!

Autor:Asociación Cadistas Fin@s

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