Y quedamos penúltimos

rso_cad_01.jpgEl público, que en escaso número acudió a Anoeta, no tuvo tiempo para morderse las uñas porque a los seis minutos de juego Igor Gabilondo se encontraba con un inesperado regalo de Marc Bertrán, al tratar de ceder un balón a su portero pero que llegó al centrocampista de la Real, quien tras recortar a Armando marcó sin oposición. La estrategia dispuesta por  Víctor Espárrago se fue así al garete a las primeras de cambio y el Cádiz tuvo que modificar el guión y pasar a ejercer el control del partido, ante una Real que se agazapó atrás y esperó al contraataque su oportunidad para golpear de nuevo. Era el comienzo menos deseado. El Cadismo entonces ya vio difícil, muy complicado, que en la dinámica en la que anda sumido el equipo fuera a sacar algo de Anoeta.cadiz_pavoni_huelva.jpgPavoni pudo cambiar el signo del partido Fue sin embargo el Cádiz el que estuvo más cerca de marcar porque en el minuto 15, tras un error defensivo ya habitual esta temporada en el conjunto guipuzcoano Matías  Pavoni se hizo con el esférico en el área pequeña local y fusiló la portería de Riesgo, que realizó una soberbia intervención para evitar el gol. Una acción de las que se presentan pocas en un partido. Era para haber fusilado. cadiz_delacuesta_rosal.jpgLos donostiarras se rehicieron en la parte final de la primera mitad, liderados por Xabi Prieto y el turco Nihat Kahveci, que puede haber jugado su último partido con la camiseta blanquiazul porque podría ser traspasado en enero, y así se produjeron claras llegadas de Uranga y Jauregi, a las que Armando dio buena respuesta. El Cádiz también tuvo sus opciones en este periodo, en el que Pavoni y  Fleurquin estuvieron muy activos, y Riesgo tuvo que realizar una estirada antológica en un disparo del uruguayo para evitar el empate antes de llegarse al descanso. El juego bajó mucho en la segunda mitad, sobre todo por la parte que le tocaba al Cádiz que necesitaba puntos y jugaba con el marcador en contra, algo que no pareció motivarle en exceso a la hora de asumir riesgos. La Real también jugaba con el recuerdo de partidos anteriores, cuando con ventaja en el marcador se había dejado remontar hasta en tres ocasiones por su rival y quizás por ello se mostró también excesivamente conservadora. En esta ocasión, era previsible no sufriera. El Cádiz, tan romo como de costumbre, se terminó de romper cuando el uruguayo Fleurquin echó un cable a los donostiarras y en un absurdo agarrón a Gari Uranga dentro del área, cuando no había ningún peligro, su equipo fue sancionado por la pena máxima que Xabi Prieto, con su habitual acierto, se encargó de convertir y evitar males mayores en los últimos minutos del encuentro.

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