¿Y ahora qué, Preciado?


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¿Y ahora qué, Preciado?.Un buen arbitru con fama de anticaseru

 

¿Y ahora qué? ¿Y ahora qué, Preciado? Ya lo habíamos advertido. Preciado estaba contento con la designación del bilbaino Gardeazabal como árbitro. No es que fuéramos adivinos. Es que fue el mismo entrenador cántabro el que había levantado la liebre.

Un buen arbitru con fama de anticaseru, en asturiano. Así lo catalogaban en la previa. Se podía leer en los foros sportinguistas. ¿Alguién piensa que después del partido la gente piense otra cosa?  No está el Sporting tercero por los árbitros. Tampoco está el Cádiz a siete del descenso por el amigo de Preciado. La liga es regularidad y con 21 puntos en juego cada uno está donde su merece, lugar arriba, lugar abajo.

Pero este 27 de abril pasará a la historia por el nefasto trencilla que los sabios designaron. ¡Que razón tenía Preciado!

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 Enrique tuvo que abadonar en el 43 con los clavos de Roberto en su rodilla. Manu Barreiro entró por él.Fotos: Tito Martín – cadistasfinos.com

Dos acciones marcaron el encuentro, y las dos las cobró en contra del Cádiz C.F. Las dos son de esas que desnivelan el devenir de un encuentro. Al filo de la media hora, Dani es derribado en el borde del área. Gorka Gardeazabal deja seguir la jugada y Enrique, que llega antes que Roberto es derribado por este dentro del área. El portero gallego, que lógicamente había arriesgado en la salida, clavó sus tacos en la rodilla del extremeño. Cuando todo el mundo esperaba el penal y la expulsión se abstiene con su silbato. Increible.

Esto ya hizo que Carranza se temiera lo peor de los presagios del entrenador cántabro. Hasta el descanso no hubo ocasión de más protagonismo, aunque se retiró con los ánimos soliviantados. Eso sí, poco antes, Enrique tuvo que abandonar el terreno de juego víctima del juego peligroso no cobrado en la jugada de marras.

Tras el descanso, otras acciones de esas que sin dudan catalogan a un colegiado de bueno o de malo. Fuera apreciaciones del reglamento, en un encuentro viril pero sin mala intención, expulsa a Miguel García a los tres minutos de la reanudación. En el mediocampo y con roja directa. Increible. Todos los colores del estadio se llevaron las manos a la cabeza. Amarilla y mucho. Pero Gorka estaba empeñado en que sus estadísticas de fuera de casa siguieran con su tendencia al 2. El Sporting se ponía con uno más, que visto lo visto, eran dos. Con dos hombres más, el gol llegó, aunque para eso tuviera que surgir la genialidad de Diego Castro.

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