En el límite

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Armando y Javi Rodríguez

Crónica del Diario de Pontevedra


Habla un refrán de la vida, de la esperanza y de que si existe la primera, la segunda no debe perecer. El Pontevedra, que hace meses estaba extenuado moralmente, al saberse último y con pocas posibilidades de salvación, deberá tirar de él nuevamente para creerse sus opciones de permanencia, como creyó entonces, a pesar de que todo su entorno había decidido no dar ni una peseta rubia por su continuidad en Segunda. El cuadro granate necesita un milagro, una concatenación de resultados favorables en partidos de terceros y dos victorias en los últimos enfrentamientos del campeonato para alcanzar el objetivo. Ayer, contra el Cádiz, con una actuación arbitral desafortunada como fondo, el conjunto de Argibay se quedó con un solo punto a pesar de poner sobre el césped todo para llevarse el triunfo.Veinte minutos de aburrimiento y ataduras tácticas parieron el encuentro que separaba la vida y la muerte. La tensión, la necesidad, el agotamiento de una larga temporada, el calor, el orden y la disciplina de los dos conjuntos y la presión ambiental le declararon la guerra a la estética en la primera mitad. Los veintidós contendientes se dedicaron a ayudarse en tareas defensivas e impidieron que las ocasiones abundasen. En juego, se superó el medio tiempo inicial sin tiros a portería por parte de ninguno de los contendientes. El cuero no hallaba su espacio por el suelo y carecía de continuidad porque los futbolistas se juntaban en un espacio excesivamente reducido. Únicamente algún recorte de Alves con cierto riesgo permitió romper la tediosa rutina.Ante la amplia presencia humana en el centro del campo y la buena presión de los dos bloques, los desplazamientos largos del esférico acabaron haciéndose indispensables. En la dialéctica corporal, el Pontevedra empezó con más tino, con más agresividad. Territorialmente, lo que se entiende en argot pugilístico a los puntos, se hizo con el triunfo parcial del primer cuarto. Varias faltas en zona ofensiva y los primeros córners favorables propulsaron la confianza local, que a los dieciocho minutos realizó su primer disparo amenazante para Armando. De falta, Alves hizo que el esférico lamiese el poste derecho del arquero gaditano.

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Moso, salvó el 1-2 a Manolo P.

Navarro se convertía nuevamente en el corazón granate, al sobrepasar continuamente por alto y por bajo a sus pares e impedir que el Cádiz tuviese más opciones con los balones largos frontales al área. Su colocación y su garra mantenían el equilibrio estructural pontevedrés. También ayudaban en las bandas los extremos, sobre todo en la izquierda andaluza, sobre la que Argibay narró un catecismo a sus futbolistas a lo largo de la semana, temiendo el talento y la velocidad de Jonathan Sesma y su conexión con Raúl López.Con el paso de los minutos, sin embargo, el bloque amarillo fue ganando en protagonismo. Se fortificó atrás el cuadro de Espárrago y encontró en Enrique a su hombre más peligroso por la derecha. Así, después de que Javi Rodríguez realizase el primer tiro entre los tres postes, en el minuto 26, despertó ofensivamente el equipo visitante. El primero en llamar la atención de verdad fue Pavoni. Él y Moso. El portero aragonés se reencontró con la mejor parte de sí mismo al responder portentosamente a una volea desde fuera del área del media punta argentino contrario. Su palomita le dio la confianza necesaria para entrar en el partido de lleno.Pasada la media hora, ya con los papeles de los participantes intercambiados (el Cádiz ya más dominante, el Pontevedra perdiendo levemente porcentaje de posesión y con ello sensación de control), fue Enrique el que se hizo notar con una cabalgada por el costado derecho ofensivo. Ganó la espalda a un Asier de largo recorrido con problemas para regresar en defensa, se quedó ante Moso, bastante escorado, y allí, en su remate final, se topó con el cuerpo plantado abajó por el arquero, que despejó bien. Hasta el final de la primera parte, en medio del agobio táctico y el trabajo sucio, Oli y Abraham Paz volvieron a probar el marco local, siempre sin éxito.Después del descanso, la apuesta de Argibay por el ataque se hizo más notoria, con un importante despliegue apuntalado en la calidad de Alves y Rubén Reyes.Nada más echar a rodar la pelota, se produjo la primera acción polémica con tintes decisivos del enfrentamiento. Un agarrón qyue todo Pasarón creyó ver dentro del área sobre Javi Rodríguez no fue sancionado por Arcas Piqueres. En la tele ya pareció otra cosa. En el minuto cinco de juego, Alves probó las habilidades de Armando, que bien colocado consiguió hacerse con la bola sin problemas.Y poco después, tras nueve minutos de achuchón de salida granate, Arcas Piqueres volvió a ganar protagonismo. Señaló el colegiado una falta dudosa de Yobo a treinta metros de la meta granate. Enrique la sacó al centro del área grande y allí Oli encontró el cuero y lo cabeceó con toda su precisión a la escuadra izquierda defendida por Moso, que poco pudo hacer para evitar el daño. En aquellos momentos el Pontevedra olía a cadáver.Entonces, llegó el instante de poner toda la carne a arder. El público preparó la parrilla, el jefe del banquillo de Pasarón puso las chuletas a calentar y se gestó el empate. De nuevo de falta y de nuevo con polémica. Arcas Piqueres autorizó el salto de Yobo cargando a Armando en su área chica y el cuero propulsado por Rubén Reyes acabó en dentro de la portería gaditana.Finalmente, ya con la urgencia apretándole el cuello, Argibay dio la última vuelta de tuerca. Acababa de mandar a Capdevila al lateral zurdo y decidió al momento quedarse con tres defensas, entre ellos Navarro, de improvisado central.Fue entonces expulsado Abraham Paz, después de dos acciones antirreglamentarias consecutivas, y el baño se hizo demasiado grande para un Cádiz exhausto que invirtió mucho tiempo en el suelo, durmiendo el juego y evitando que su adversario lo hundiese. No lo logró y las ocasiones llegaron en un último cuarto de hora heroico y granate.El primero en intentarlo fue Juan Jesús. Se internó hasta el extremo, tiró desde allí tras una gran cabalgada y el rechace de su trallazo cayó a pies de Rubén Reyes, en el segundo palo. El impulso del esférico impidió la precisión del asturiano, que mandó demasiado alto el objeto redondo.Fallaron después Capdevila, Charles y sobre todo Javi Rodríguez un mano a mano con Armando. El resultado no se movería, ni a favor ni en contra de los locales, que vieron como un rival muerto físicamente rozó la victoria tras un grave error de Yobo del que Manolo Pérez no supo aprovecharse. Salvó Moso, ayer de nuevo el de las grandes jornadas y el Pontevedra se quedó con un punto que demanda un milagro.

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