El Poniente ganó al Levante

El Cádiz cae por la mínima (1-0) en El Ejido

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 Gerardo, el celeste, hizo sufrir de lo lindoa un cada vez más desbordable Gonzalo.Foto: cortesía La Voz de Cádiz

El virus de la incertidumbre dado a conocer por Baldasano en la noche de su segunda espantá, fue demasiado fuerte como para pensar que el equipo estaba inmunizado para soportar sus efectos. Más todavía con los acontecimientos vividos en el entorno amarillo en esta última semana.

Quizás lo bueno antes del encuentro en El Ejido era que los celestes también debían andar tocados en lo anímico. Tres partidos como locales tres derrotas. Parecía cantada la receta que debían aplicar los amarillos. Contundencia en defensa como primera medida, mantener la portería a cero en el descanso, y luego, o antes, andar prestar para aprovechar los espacios en defensa que pudieran dejar unos hombres que ansiaban su primera victoria como locales.

Pero este equipo cadista está tocado en lo más importante: la confianza. Bastó una desaplicación por el flanco derecho que ayer ocupó Caneda, para que el esférico a punto estuviera de acabar en gol. Eso fue en el minuto siete. No acabó en gol y si en saque de banda próximo al banderín del corner. No es admisible que en el minuto 8, el balón circule del saque de banda hasta el corazón del área pequeña sin que ningún jugador amarillo supiera interceptarlo. Así fue. El irregular Moreno bailó a Yago Yao dentro del área. Abraham no acertó a cerrar la línea de pase. Dentro del área pequeña (si hubiera sido baloncesto sería cinco segundos en zona) vivía Mario Bermejo con la caña preparada por si las moscas el balón acababa allí. Al cántabro, que fue lo poco interesante que hizo, sólo pudo molestarle levemente Caneda en su afán de arreglar lo que ya no tenía remedio. Uno a cero, y tocaba marcar si no queríamos volvernos con la cuarta derrota consecutiva en el calendario.

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Moreno con Caneda. El almeriense volvío loco a Yago en el primer goly luego hizo sufrir a la defensa con su movilidad. Foto: cortesía La Voz de Cádiz

A partir de aquí, sobre todo después de transcurridos unos minutos, el partido fue otro. Pronto se vio que Luis César, viejo zorro, fue más zorro que viejo y sacó el manual del entrenador astuto que sabe que lo difícil, imposible para algunos, ya estaba hecho. Linea de cuatro atrás, pocos riesgos y paciencia, mucha paciencia. El paso del tiempo sumaba a su favor y el Cádiz podía desquiciarse, más aún, a la mínima ocasión. Y la ocasión se la presentó en bandeja Juanjo Bezares. Una expulsión tan justa como innecesaria que dejaba al Cádiz en inferioridad a falta de un cuarto de hora. De nada valía entonces lamentar porqué Calderón no lo había sentado antes sabiendo de sus ímpetus y que corría con una amarilla a cuestas. El caso es que el Cádiz se rompió aún más y el empate era cada vez más imprevisible. Tanto como previsible se hizo ver que Gerardo podía buscarle la segunda a Gonzalo Vicente. El asturiano, un muy buen jugador, sufrió mucho con el 10 celeste. Tanto que en un nuevo desborde le soltó el codo. El arbitro canario lo saldó con roja, pero si hubiera sido amarilla el Cádiz igual se hubiera quedado con nueve jugadores. De poco sirvió para que dos-tres minutos después Vacas también cogiera camino de vestuario.

No queda más remedio que olvidar pronto Ejido. Mejorar no es difícil. Paradójicamente el partido ante los celestes enseña mucho que es lo que hay que hacer si se quiere ganar en Segunda. Lo primero a recobrar es la contundencia defensiva y la concentración.

 

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