Víctor Fernández o el buen gusto

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El buen gusto como sello de identidad

El próximo sábado el Cádiz deberá visitar una de las plazas más complicadas de la categoría: el estadio Manuel Ruiz de Lopera, donde se enfrentará al Real Betis, un claro aspirante al ascenso a comienzos de temporada que, sin embargo, se está viendo desplazado de la tercera posición por el Cartagena. El equipo verdiblanco descendió la pasada campaña en la última jornada, tras ser incapaz de ganar al Valladolid y, después de haber pasado un verano convulso a nivel institucional, armó un equipo con el objetivo de recuperar la categoría perdida al mando de Fernando Tapia, técnico revelación en Primera el año anterior con el Málaga.

Sin embargo, las cosas no fueron como la afición bética esperaba: el equipo fallaba bastante, no jugaba con fluidez y se distanciaba más y más de los puestos de cabeza, que eran su verdadero objetivo, tras haber sido eliminados por el Córdoba a las primeras de cambio en la Copa del Rey. Después de varios amagos, finalmente Tapia fue cesado en la vigésimo segunda jornada de Liga, momento en el que cogió el timón de la nave verdiblanca Víctor Fernández.

El entrenador maño ya entrenó al Betis en una etapa anterior en Primera División y allá donde pasó siempre dejó muy buen sabor de boca. Sus equipos siempre apostaron por tener la posesión del esférico, por jugar rápido, al primer toque, por atacar… Casi siempre al frente de equipos modestos (obviando su paso por el Oporto portugués, que acababa de coronarse campeón de Europa de la mano de Mourinho y al que Víctor Fernández alzó como campeón mundial tras doblegar al Once Caldas colombiano en la Intercontinental) el técnico aragonés ha dejado tardes memorables de fútbol, como la final de la Recopa con el Zaragoza o las exhibiciones en la Copa de la UEFA entrenando al Celta ante la Juventus de Turín o el Benfica.

Por La Romareda, Balaídos y el Ruiz de Lopera disfrutaron del sello de identidad de este entrenador: el buen gusto y el buen trato del cuero. Sin embargo, muchos le achacan que a nivel defensivo sus equipos nunca han estado demasiado equilibrados y que, a la mínima adversidad era incapaz de reflotar al equipo. Quizás estos defectos hayan propiciado que sus equipos nunca hayan ganado tantos títulos como debieran (de hecho, el Celta de Vigo nunca llegó a clasificarse para la Liga de Campeones a pesar de merecerlo sobradamente, ni nunca llegó a ganar título alguno, aunque llegó a una final de Copa del Rey) o que nunca haya dado el salto a un grande del fútbol español, a pesar de los rumores que lo vinculaban al Atlético de Madrid en los últimos tiempos.

Su última aventura al frente de un equipo fue hace dos temporadas, cuando entrenó al Real Zaragoza, al que en su primera temporada clasificó para la Copa de la UEFA pero del que, al año siguiente y con el mayor presupuesto de la historia del conjunto aragonés, acabó dimitiendo. Quizás le pudo la presión por entrar en la Liga de Campeones, o el ego de algunos jugadores como D’Alessandro, pero Víctor Fernández abandonó el club de sus amores por la puerta de atrás. Y el Zaragoza, descendió a Segunda División.

Tras un año sin entrenar, aceptó en 2010 la oferta del Betis para ascender a Primera División. Era la primera vez que se hacía cargo de un equipo de Segunda División y, de momento, está logrando que el Betis vuelva a ser competitivo. Antes de su llegada, el equipo era séptimo, a trece puntos del líder. Después de permanecer ocho partidos invicto, logró situar al Betis en la tercera posición, aunque acabó perdiéndola hace dos jornadas tras perder contra el Girona.

Con él parece haber vuelto la calma en el terreno deportivo (que no en el institucional) en un equipo que vuelve a creer en el ascenso, que tiene en Jonathan Pereira su principal baluarte ofensivo y que, ante todo, posee el sello de identidad de Víctor Fernández.

 

Autor:Belmonte

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