LFP y RFEF: Paraiso de las trampas

foto_446994_CAS.jpgLo ocurrido este verano con el llamado “caso Hércules” demuestra que, si bien el fútbol español es el más brillante del panorama futbolístico mundial, sus organismos no están a la altura. Se ha logrado el Mundial de fútbol y probablemente la Liga española sea la mejor del mundo, pero aquellos que rigen los pasos del fútbol nacional han demostrado ser más propios de un país más pequeño. Como siempre, parece que en España tenemos que ir al revés del resto de Europa. Mientras que el mensaje de la UEFA con respecto a la manipulación de partidos es tajante, en España parece que hay barra libre. Este país ya era uno de los oasis de la corrupción en otros ámbitos y el fútbol tampoco se ha librado. Es una vergüenza que tanto el Presidente del Hércules como algunos futbolistas representativos del club –como lo son Tote y el ex cadista Abraham Paz- amañaran un partido de fútbol para lograr el ascenso. Es una vergüenza que un futbolista, que percibe un buen salario de su equipo, como Raúl Navas pusiera su profesionalidad en juego por un soborno. Es una vergüenza que, a pesar de que existan pruebas importantes que corroboran que hubo amaño, ningún organismo deportivo nacional castigue a los implicados. Es una vergüenza que una competición se adultere de esa manera y no haya consecuencias para los tramposos. El mensaje es claro: en este país vale todo. El fin justifica los medios y la trampa o la picaresca son bienvenidas. hercules_bajosospecha.jpgEspaña fue –y pese a la Operación Puerto, lo sigue siendo- un paraíso del dopaje. Ahora también va a serlo de las trampas y los amaños. Mientras que en grandes ligas como la italiana o la alemana se destaparon las trampas y hubo castigos ejemplares, en este país no pasa nada. Uno, como buen político, dice que va a actuar, cuando está más pendiente de su candidatura a la alcaldía de la capital. El otro, como es habitual en él, no se pronuncia. Y mientras, por unas cosas u otras nadie hace nada, resuenan las risotadas impunes del Presidente del Hércules refiriéndose al maldito penalti que se dejó Navas. En este país pasa de todo y sin embargo, nunca pasa nada. Otro lunar más a la gestión de Ángel María Villar en la RFEF. A los escándalos por los viajes de los directivos de la Federación o al famoso Villarato, ahora debe unir esto. Un caso en el que nunca entrará, procediendo del mismo modo que en todos los anteriores. Quizás no entre por miedo a que le recuerden que él no hizo nada cuando salió a la luz el amaño de un Athletic-Levante, cuando los leones se jugaban la permanencia. Sea por lo que sea, Villar vuelve a optar por lo más fácil, no ensuciarse las manos, mientras el escaso prestigio que le quedaba se esfuma. Lo mismo puede decirse de Jaime Lissavetzky: recibiendo elogios por su labor en el CSD, pero cuando ha ocurrido algún escándalo sonado no se ha mojado. Su respuesta ante la Operación Puerto fue bastante tibia, al igual que con el asunto del Hércules. A pesar de que dentro de poco tenga una lucha feroz por la alcaldía de Madrid, aún sigue estando al frente del CSD: sigue ostentando el cargo y, por lo tanto, este asunto sigue siendo de su incumbencia. La mayor enseñanza que nos legó el triunfo de la Selección en Sudáfrica fue que no todo vale para ganar. El juego sucio, la falta de limpieza, de elegancia nunca reciben recompensa. El triunfo del Mundial fue el de la clase, el del buen gusto, el del refinamiento. Y tanto la Real Federación Española de Fútbol como el Consejo Superior de Deportes están exentos de estas cualidades. Con su actitud, dejando sin castigo el amaño y la trampa, dan un mensaje equívoco. Somos campeones en el juego, pero no en los despachos. Porque además, el “caso Hércules” no ha trascendido los límites de la ética y la honradez. Es un asunto de Justicia. Y nadie hace nada: el Hércules disfrutará de un añito en la Liga de las Estrellas y los damnificados –como el Cádiz-, en una categoría inferior.

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