¡Sálvese el que pueda!

Si lo consiguió fue porque al menos, en la media hora final del partido, hubo futbolistas como Raúl López, Bezares, el canterano Dani Fornell y algunos más que se vaciaron. La columna de J.J.León en el Diario se asoma al Dicen que el amarillo

¡Sálvese el que pueda!

 album_cad_alb_04.jpg Raúl se emocionó en un final de infarto

diariocadiz_jjleon.jpgA estas alturas ya no sé si es mejor fichar un entrenador de verdad para los nueve partidos que restan y acabar las prácticas de banquillo, o dar una oportunidad a Raúl Procopio y encomendarse a la Divina Providencia. Viendo lo que pasó ayer, parece que en el cielo vuelven a ondear las banderas amarillas. Es inverosímil que el Cádiz gane un partido con 10 futbolistas casi una hora y jugando tan rematadamente mal. Si lo consiguió fue porque al menos, en la media hora final del partido, hubo futbolistas como Raúl López, Bezares, el canterano Dani Fornell y algunos más que se vaciaron y contagiaron parte de esa entrega a otros compañeros habituados a deambular por el campo. Por eso, y porque el Albacete no está en zona de descenso por casualidad, sino porque es el equipo con menos goles a favor.album_cad_alb_07.jpgEl Cádiz empezó el partido con un espejismo: apenas pasado el minuto de juego marcó Miguel García. A esto no estábamos acostumbrados, más bien a lo contrario. Este no es nuestro Miguel, que nos lo ha cambiado Raúl Procopio con una varita mágica, llegamos a pensar, porque el centrocampista no sólo marcó un gol que ponía al equipo en el camino de la victoria, sino que fue el amo del centro del campo. Lo malo fue que ese espejismo duró pocos minutos.arbitro_ceballos_1.jpgEntonces resultó que Fernando Morán era una figura y no lo sabíamos. Aquí estuvo una temporada y media, casi siempre de suplente, mejor en Primera con Espárrago que en Segunda con los otros. Eso sí, se fue del Cádiz sin marcar un solo gol en partido oficial, despotricando de Jose González, al que culpaba de aburrirlo en el banquillo, y con buena fama de tocar la batería. Ayer parecía el Cesc del Albacete o algo así, ayudado por sus ex compañeros amarillos, que lo vigilaron a 20 metros de distancia.Como el Cádiz no puede ganar un partido con tranquilidad, ni siquiera ante uno de los peores equipos de Segunda y con ventaja desde el minuto 1, y como el Albacete no era capaz de marcar por sus propios medios, se encontraron con un penalti y expulsión de César Caneda en una jugada de libro. De libro que explique al os defensas lo que no hay que hacer.Con el empate y la expulsión, el Albacete lo tuvo como las carambolas míticas de Fernando VII. El Cádiz, para colmo, estaba con Natalio desaparecido, como en los cuatro últimos partidos, Enrique en una de sus tardes desastrosas, Gustavo lesionado y Dani sin recibir un balón que se pudiera rematar. Cualquier aficionado cadista prudente hubiera firmado el 1-1 en el descanso, que al menos dejaba a los manchegos a cinco puntos de distancia.Lo que ocurrió para que el Cádiz ganara este partido roza lo milagroso. Un penalti que se encontraron y que Paz lanzó con frivolidad y acierto -como en aquella liguilla contra el Barcelona B- puso al Cádiz en ventaja. A partir de ahí, al menos se acordaron del pundonor y la vergüenza, que es lo mínimo que se debe exigir a los equipos que se juegan la vida. Contreras se redimió de su cantada en Jerez, el Albacete no veía puerta ni con lupa, y los amarillos corrían, sin saber para qué, pero al menos estorbaban. Y así, hasta que tras una letanía de agobios, el árbitro Ceballos pitó. ¡Sálvese el que pueda!

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