Renunciar a las señas de identidad


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Un cabezazo fuera de los tres palos y un par de disparos de falta mansos que fueron blocados por Pau. Ese fue todo el bagaje ofensivo del Cádiz en Lepe. Un equipo amarillo que perdió por completo su identidad –no sólo por jugar de rojiblanco- y fue un conjunto gris. Gris, triste, ramplón. Sin ideas, sin coraje, sin valor. Era un partido para batirse el cobre, para luchar, para pelearse, para jugar de forma más directa. Se sabía que el San Roque Lepe era un equipo que había hecho de la lucha su principal virtud. Se sabía que el terreno de juego del estadio onubense no estaba en las condiciones idóneas. Que no era un campo para tocar. Que era un campo más para pelear. El toque mató al Cádiz. Se repiten vicios de la temporada anterior, en la que el equipo tocaba y tocaba, pero no sabía qué hacer con la posesión. Si no se ataca, si no se pisa el área contraria, la posesión no sirve de nada. En este juego no gana el que más toca, sino el que llega al área y lo aprovecha. El San Roque, con un juego más físico, con una presión asfixiante y con más garra, llegó más a la meta de Álvaro Campos y logró el premio. El Cádiz no llegó y, en consecuencia, Pau fue un mero espectador. Un espectador de lujo, que pudo vivir la cómoda victoria de su equipo a pie de campo. Lo cierto es que la propuesta futbolística del Cádiz deja mucho que desear. Este mes de octubre está resultando muy negativo para el equipo, que ha sumado sólo tres puntos de doce posibles y parece que va en caída libre. Esto no va a ser un paseo como en la 2008-2009. Ningún rival va a dejar jugar al Cádiz. Ningún rival va a permitir que el equipo se sienta cómodo. Por nivel de jugadores, quizás el de Vidakovic sea uno de los más brillantes de la categoría, pero los rivales pueden sobreponerse a base de esfuerzo. Si se juega con intensidad, las carencias pueden disimularse hasta el punto de poder doblegar a un rival mejor. Le pasó al Cádiz contra el Poli Ejido y le ha pasado contra el San Roque Lepe: hace falta más intensidad. Ponerse el mono de trabajo y dar un pelotazo largo cuando sea menester. Evitar tanto toque infructuoso si se tiene la oportunidad de matar de forma más directa. En consecuencia, hacen falta futbolistas a los que no les dé vergüenza ponerse el mono de trabajo, futbolistas que aporten un mínimo de batalla. En partidos como los de esta jornada el trivote planteado por Vidakovic desde el principio de competición no funciona. Carlos Caballero y Fran Cortés son dos futbolistas con un corte similar, poco sacrificados defensivamente y muy irregulares sobre el terreno de juego. Muchas veces Álvaro Jurado se ve sobrepasado en el trabajo de contención, pues ni el madrileño ni el canterano colaboran demasiado. El equipo hace aguas en el centro del campo, tanto en defensa como en ataque. Convendría quitar a uno, y el damnificado, atendiendo a su rendimiento, debería ser Fran Cortés, que lleva camino de convertirse en la eterna promesa. Su aportación es mínima, siempre a la sombra de Caballero y su trabajo, escaso. Se supone que con dos jugadores de toque en el centro del campo el Cádiz va a controlar mejor el partido y va a generar más ocasiones. A la vista está que esto no se está cumpliendo. Tal vez convendría sacrificar a uno de los medios creativos para dar cabida a un jugador más defensivo, que apuntale las posiciones y ayude a Jurado. Así el equipo ganaría en solidez, estando más preparado para presentar batalla en duelos como estos. Es necesaria una reacción. Algo. Con el pivote creativo exento de ideas, ni Velasco ni Aarón Bueno inquietan. Nadie hace nada: tocar y tocar, horizontalmente, sin buscarle las cosquillas al rival. Hace falta recuperar a López Silva, para que Aarón Bueno no se acomode, para que sienta la presión en el cogote y vuelva a ser el futbolista que deslumbró en el inicio de Liga. Hace falta que Enrique juegue en su sitio, el extremo derecho. Su experiencia hubiera venido francamente bien en el encuentro de Lepe. Algo tiene que hace Vidakovic si quiere revertir la situación. La propuesta de toque es estética, atractiva y, si sale bien, compensa abonar el precio de una entrada. Pero en la situación en la que se encuentra el Cádiz y con la urgencia por regresar al fútbol profesional que rodea al club, conviene ser resultadista. Jugar peor sacando el máximo provecho. Como contra el Ceuta, cuando una acción de Pachón maquilló un mal partido. Dijo Vidakovic en rueda de prensa que el equipo no podía renunciar a sus señas de identidad. Pero, si con esas señas no se consiguen resultados, ¿qué hacer? ¿Empecinarse hasta que salga bien, aún a riesgo de descolgarse más de la cabeza? Tal vez sea preciso renunciar a las señas de identidad, replanteando la situación y valorando qué es lo mejor para el equipo. Rectificar es de sabios, o al menos, eso dicen.

Autor:Belmonte

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