La «despedida» de Procopio


album_cad_alb_04.jpgLa despedida de Procopio no ha existido. Sus motivos habrá tenido pero la afición hubiera merecido  conocer su opinión de la destitución y de la situación en la que se queda el equipo.Foto: Tito Martín – cadistasfinos.com

Siete partidos en la liga 2007-08. Veintiún puntos en juego y siete conseguidos, lo que deja una exigua cifra del 33% del total en disputa. Ya forman parte de la historia del Cádiz. También están para siempre en el currículum de un joven entrenador, Raúl Procopio Baizán.Sin embargo, los números que han echado a Procopio del Cádiz no han sido esos, ya de por si muy negativos. Un sólo empate de los últimos cinco envites eran una losada muy pesada. Del 33% de su periplo, su última racha tras los últimos cinco encuentros daba un aterrador 6% de puntos en juego. Vale que en ese repóquer de encuentros el Cádiz haya tenido enfrente a dos de los aspirantes al ascenso (Real y Sporting), aunque también ha tenido a dos de los aspirantes al descenso (Racing y Nástic), además de a uno en tierra de nadie (El R.C.Celta). Probablemente el error de Procopio tuviera que ver con el error de equivocarse de rival tras la importante victoria en Soria que dejó al equipo con 45 puntos a falta de ocho jornadas para el final de liga. Y es que Raúl, por motu propio, mal aconsejado por sus colaboradores o incluso guiado por la euforia (incluida cohorte de aduladores) de una importante parte del entorno se equivocó. Se equivocó de contricante y de objetivo. Su misión era la de ganar la permanencia y no la de ganarse la renovación. Tenía que amarrar los partidos y para eso había que sumar y sumar. Daba igual fuera uno o fueran tres. La victoria en Soria lo dejó a falta de cinco faltando ocho. César Ferrando le dio el domingo una soberana lección. El empate no habría dejado descontento al entrenador valenciano que se presentó al encuentro quitando dramatismo al mismo. Todo lo contrario que el entrenador gaditano había manifestado. Con puntuar le valía. Con no perder y subirse en el peldaño de los 47, a sólo un paso de tres de los cincuenta. Pero Procopio volvió a equicovarse. No lo hizo. Lo mismo que tampoco fue capaz de hacerlo ni en Ferrol ni en Balaidos. No supo. Lo mismo que tampoco ha sabido despedirse como hacen los profesionales. Con el mejor talante y dando la cara ante la afición y los medios de comunicación, precisamente una situación idéntica a la que si supieron afrontar Oli y Calderón, dos de sus antecesores.

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